sábado, 6 de octubre de 2018

Lo que hay

Este posteo es personal. Así que si te aburre, ¡ni lo intentes!

Hace días que tengo ganas de sentarme a escribir sobre la AUTENTICIDAD. Así se explica la foto que acompaña este posteo que siento que grita el título de lo que quiero escribir: Lo que hay.
Así, foto movida y hablando. Muy Juli.

Me gusta hablar y gesticulo mucho cuando lo hago. Algunos por acá lo saben de memoria.


En otro momento creo que hubiera comenzado por revisar la definición de la RAE para ver qué dice sobre la autenticidad, pero no, mejor voy a arrancar por qué me dice a mí hoy esta palabra larga y potente.

Siento como si estuviera cruzando un arroyo de esos que cortan las sierras de Córdoba, buscando las piedras que me permitan llegar al otro lado sin caerme entera al agua. No me importa salpicarme, que se me arruine la ropa ni mojarme los pies. Que se me moje el pelo tampoco, aunque me queda bastante mal porque tengo tres pelos locos. Me veo a mí misma con los pantalones arremangados y divirtiéndome en el intento. Solo quiero no cortarme el pie y que me arda, por ejemplo. Preferiría evitarlo.

Hace muy poco cumplí 39. La mayoría me saludó contenta y algunas personas casi me dan el pésame porque "te falta poco para los 40". Me quedé pensando. No voy a decir que no me genera nada porque hay tanto alrededor de "los 40" que empiezo a mirar a ver de qué se trata, aunque en el fondo me resulte una idiotez. Y sepan disculpar quienes me dieron el pésame y puedan estar leyendo estas líneas.

Debajo de esa preocupación por cumplir 40 años intuyo varios mandatos: hay que ser siempre joven. No hay que tener canas ni arrugas. Hay que parecer joven también. Todas utopías que nos quitan tiempo y energía, dos recursos valiosísimos.

Siempre disfruté toparme con personas más grandes que irradian luz y energía. Por lo general son personas de risa fácil y con una capacidad grande de reírse de ellas mismas. Otra cosa que las caracteriza es que se las ve disfrutar. Aprendieron. También mantienen una frescura que no se ve mucho y que no es propia de la juventud desde el momento en que está lleno de gente joven que envejeció prematuramente. "Yo ya estoy vieja para esto", escucho. Y siento cómo los años se les caen arriba (porque se los tiran ellos sobre sí mismos) cuando se autoconvencen de para qué están y para qué no. Y hablo sobre todo de actitud. Obvio que no es lo mismo proponerse escalar el Aconcagua a los 25 que a los 60. Pero no estoy diciendo que sea imposible a los 60 y que el logro esté garantizado a los 25. Ni loca. Implican distintos planes, tiempos y concesiones, eso seguro.

Hace un año y medio fui mamá. Gran revolución. Increíble momento de barajar con cartas nuevas, dar de nuevo y ver cómo se acomodan, y cómo resurgimos después de semejante tsunami de amor y gratitud, y también de cansancio y de relegar tiempo y dedicación a una misma.

Puede que sean los 39, puede que sea Hilario en nuestra vida, puede que sea todo junto, el punto es que quiero ver qué hay y quiero ser más eso si es que me gusta lo que encuentro cuando termine de desempolvar las estanterías de mi interior. Y trabajaré para cambiar lo que vea y no me guste. Lo que no voy a hacer es como si aquí no hubiera pasado nada. Porque pasa, porque estoy un poco cansada de los moldes alquilados o comprados en los que es cómodo moverse, o no, pero lo hacemos. Uniformarse, pensar como se debe y decir lo que es atinado. Copiar, en la vida y en Instagram que me tiene un poco asqueada. Buscar fervientemente pertenecer y agradar.

Está buenísimo agradar pero ¿saben qué? no se puede siempre ni todo el tiempo. Y lo bueno es que tampoco hay que buscarlo. Hoy creo que el punto está en animarse al desafío de recorrer un camino lo más genuino posible, lo más cerca que se pueda a quien cada uno es. Por eso me invité a revisar las estanterías de mis creencias y posturas, de mis formas de vincularme y de tratarme a mí y a los demás, para ver con qué libros me estoy manejando, recordar o descubrir quién los escribió y repasar qué decían.

Y empezar a mirar también, aunque por ahora sea de reojo, la agenda inconsciente. Esa que no se comenta porque ni siquiera se conoce. Pero para eso todavía tengo que seguir eligiendo la piedra para dar el siguiente paso mientras el agua -como la vida-  no se detiene.