sábado, 23 de marzo de 2013

Escribir

Muchas veces me pregunto si sentirse infeliz es una condición indispensable para poder escribir.
Una pena que purgar, un engaño que denunciar, un abandono que reprochar.
Cierto estado de alteración también lo asocio con la escritura. O un estado de denuncia.
Destapar la olla, correr el velo, seguir la huella, explorar de dónde viene eso que huele mal hasta llegar al origen, son todos escenarios aptos para poder escribir, según lo que a veces pienso.

Pero al mismo tiempo es necesario que el ojo de la tormenta haya pasado al momento de hilar las palabras con preposiciones y artículos, respetando la gramática o ignorándola adrede, para que el conjunto cobre sentido.



Vende más ir contra la corriente. Asumir posturas incómodas que por imitación o repetición se tornan de a poco lugares comunes. Decir cosas que molestan. Hacerse la loca.

Pero compartir un estado emocional positivo también es motivo para escribir. Aunque se tilde de lugar común y edulcorado artificialmente, se puede organizar el pensamiento y plasmarlo en un papel después de reflexionar en voz baja y regocijarse con sensaciones positivas. No es sinónimo de cursi, aunque es cierto que suele vérselos juntos.

Que no me digan que la infelicidad es el único terreno fértil de donde viene la inspiración.

Hace unos días estuve en la presentación de un libro en Eterna Cadencia, para mí, una de las librerías más lindas de Buenos Aires. Es entrar y quererlo todo. Invade esa sensación perturbadora de sentir que la vida no alcanza para leer todo lo que uno quiere, para sumergirse en una historia, levantar la mirada del libro y escuchar el eco que generan las palabras del autor en la cabeza, mientras se toman tazas y tazas de café.

El libro presentado no fue gran cosa, por eso ni lo menciono. Puesta en escena de encuentro "de culto", pero floja de sustento. Debo decir que sentí algo de decepción al chocarme con el uso tan pobre del lenguaje de la compiladora. Pero aproveché para llevarme otro librito que leí en tres días aunque sé que su escritura llevó años. Nunca me había pasado. Conocer a la autora en un aspecto, y sentir que la conozco mucho más después de haber leído su libro. Pienso en la exposición, en poner el cuerpo y la vida en lo que se escribe. Venga de donde venga, creo que ahí está la clave.

  

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