lunes, 24 de septiembre de 2018

Música. Y de la buena

En "Intensamente", la película de Disney que trata sobre las emociones, hablan de los pensamientos centrales, esos que nos marcan tanto en algún momento de la vida, que se convierten en un recuerdo.

La memoria, los recuerdos, la construcción de la historia, siempre me hacen pensar. Qué historia nos contamos de lo que vivimos, de lo que fue bueno para nosotros y de lo que fue malo, lo que nos hizo mal o mucho no nos gustó. Qué recordamos de nuestra infancia y de nuestra adolescencia.

De la historia que nos contemos depende lo que decidamos hacer o no hoy, mañana a la mañana y también pasado. Ese relato que armamos es nuestro mundo de la vida. Define cómo vemos el mundo, grande, chico, generoso, hostil, cálido, frío, desafiante o agobiante.

La música me saca del pensamiento-dominó-que-va-cayendo. Me trae a este momento, me alegra o me entristece, siempre me conmueve. No salgo indemne. Me da ganas de bailar, de cantar, de tocar la guitarra, de llorar, de escuchar más, de abrazar, de ver a alguien, de escribir, de viajar.

 
Hace un tiempo descubrí al Dúo Karma de Cuba, y ayer fuimos a escucharlo en vivo, sabiendo que Hilario no se va a acordar concretamente de un domingo de en el que fue al teatro y pisó Buenos Aires por primera vez. Seguramente no lo cuente cuando en la adolescencia le pregunten cuál fue su primer recital. Pero yo, a mis casi cuarenta, sabía que estaba generando un recuerdo central, otro más de esos que se multiplicaron por mil desde que soy mamá.

Hablo con un amigo y me saluda desde el Jardín Japonés, al que llevó a sus tres hijos a darle de comer a los peces de colores -sobre todo naranjas- que viven ahí en pleno Palermo. Llamo a mi hermano y me cuenta que está en la calesita. Una amiga sube a Instagram una historia en la que se la ve con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el brazo, contra la pared, jugando a las escondidas.

¡Manga de acumuladores de recuerdos centrales en los que nos hemos convertido!

   

    "Un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido". 

Úrsula K. Le Guin

Y pensar que yo pensaba que iba a tener que dar el ejemplo y enseñar.   

martes, 11 de septiembre de 2018

Tiempo de poda

Ni la siembra ni el plantado. Los jardineros de alma bien saben que la poda es la tarea más importante para que un jardín vuelva a brotar. 

El jardín es un buen maestro si uno anda con ganas de aprender. Uno remueve la tierra, fertiliza, planta, saca yuyos, pero después hay que esperar. Es necesario que llueva, que haya sol, que las raíces se afiancen, que a la planta le guste el lugar que le asignamos, que las plagas no se instalen en las hojas y que la naturaleza haga lo suyo hasta que llegue el momento -si llega- en que la planta florezca o dé frutos. No se puede ocupar uno del jardín, sin esperanza. Para darse a esta tarea es condición necesaria tener fe. Confiar en que sucederán todas esas cosas que tienen que pasar antes de que llegue el disfrute, solo sabiendo que no dependen de uno. Cada cual espera algo distinto, aunque en general las expectativas coinciden. Todos queremos flores, frutas o verduras si es que tenemos una huerta o algunas macetas en la ventana. Esperamos lo bueno como queremos las cosas lindas de la vida. ¿O acaso alguien dirá, "espero que haya muchas malezas, que el pasto invada los canteros, que los grillos topo sequen el pasto de raíz y que el gusano minador enrosque las hojas del naranjo"? Creo que no.

Que halaguen tu jardín

A mí me alegra que cuando alguien llega a mi casa me diga que le gustan mis flores, mi cantero perenne y los que cambian con las estaciones. Esa persona recibió el regalo de mi jardín sin que yo hiciera nada. Pero antes que nada, me gusta mi jardín porque me gusta mirarlo a mí, regarlo y sentir el olor de la tierra húmeda en verano. Me alegran los regalos que se abren en los rincones, como el de los colibríes que quizás aparecen un día en que no para de llover y uno se pregunta desde dónde vienen, dónde viven y adónde van tan rápido. Cómo es que eligen un día tormentoso y gris de invierno para saltar coloridos de flor en flor; pero a veces pasa. Me gusta pararme descalza en el pasto, y a veces lo hago cuando está amaneciendo, justo en ese momento en que los miedos empiezan a disiparse a medida que el día le va ganando a la noche.

La naturaleza devuelve con creces lo que uno le da.

Nuestro jardín se llenó de pájaros cuando plantamos las primeras plantas. Empezaron a venir tímidamente, y se quedaron. Disfrutan de la sombra de las ramas en verano y se sacuden el agua de las plumas cuando llueve. Horneros, gorriones, golondrinas y benteveos lo hicieron propio.

La poda

Hace dos años plantamos cinco salvias y cuatro rosas iceberg debajo de las dos ventanas que dan al frente. Después leí que de acuerdo a las especies que uno elige, el cantero se luce más en una estación o en otra. Los míos son de otoño. Este año hice una poda tranquila en verano, y los dejé lucirse hasta bien entrado el invierno. Las plantas el año pasado aguantaron el mal trato del cemento, la pintura y las pisadas, así que decidí darles tiempo y disfrutar las flores todo lo que pudiera. Se volvieron bien silvestres mis canteros. Cuando llegó la poda me dediqué a hacerle más espacio a cada planta y decidí sacar un rosal de cada lado. Sin mucha idea, cuando armamos los canteros dejamos menos de cincuenta centímetros entre las salvias y los rosales que van adelante. ¡Error! Las salvias crecen exuberantes para arriba y hacia adelante con unas panzas grandes que lo invaden todo. Ahora esos mismos canteros tienen dos metros de profundidad hechos a pura pala y tierra removida por mí.



Si para recobrar lo recobrado,
debí perder primero lo perdido.
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamorado,
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado. 
Porque después de todo he comprobado,
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido. 
Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido,
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
El jardín es un buen maestro. Mientras que parece sabido que "hay que plantar en los meses sin R" (mayo, junio, julio y agosto), la poda no tiene tanta prensa. Salvo los amantes del jardín -que bien saben que para que brote fuerte, reverdezca y dé mejores flores, hay que podarlo con ganas en el momento oportuno- pareciera que podar no tienta tanto como plantar o como cosechar. Y después de todo es entendible. Si las flores embellecen y perfuman ¿por qué habríamos de cortarlas? mejor aguantarlas todo lo que se pueda en la planta para que sigan decorando esa ventana.

Podar, lo que se dice podar en serio, es un acto que requiere coraje. En el jardín y en la vida.