lunes, 29 de enero de 2018

El sol no espera, ¡de verdad!

Hubo un tiempo en que pasara lo que pasara afuera, yo tenía que estar quieta, acostada en la cama, en posición horizontal. No fue hace mucho, pero se siente como si hubiera sido hace una eternidad. No importaba si era de día o de noche, mañana o tarde, si llovía o había sol. Domingo y lunes parecían lo mismo. Y eso no es para nada divertido.

Cuando todos los días son iguales, pierden su atractivo. No hay diferencia entre el tiempo de descanso y el de actividad. Y así la cosa pierde la gracia.

En esa época, los viernes seguían siendo viernes y los sábados, sábados, solo porque cambiaba el ritmo de las visitas en casa. Entonces marido no trabajaba, venían amigos y comíamos medialunas y pizza, tomaban mate (ellos y marido), y cerveza en la cama, porque yo estaba embarazada de Hilario y no toleraba el mate ni de lejos. Jugábamos a las cartas y recibíamos bebés también. Esa era la parte más linda.

Eso de que los días tengan todos el mismo gusto debe ser parecido a lo que siente un jubilado que no tiene nada para hacer. Ningún plan, ningún desafío o algo que lo motive. Ninguna visita que hacer o a la que esperar. Y aclaro que hay jubilados que tienen planes, salud y recursos para poder concretarlos. Yo quiero estar en ese bando, como la señora de estas fotos.


Hace un tiempo salió una nota en el diario La Nación (las fotos son de ahí), contando la historia de Anezka Karparkova, una abuela de 90 años que "se pasa días enteros adornando las ventanas y las paredes de las casas de su pueblo" en la República Checa.

La amo en zapatillas.

Pasaron los meses y esta historia quedó resonando, como pasa con las cosas que me inspiran. Quedan en algún lugar de mi cabeza y van armando el fondo del tapiz, que vendría a ser mi vida, como si fueran piezas. Estoy segura de que tienen un efecto en las decisiones que tomo sobre qué hacer y cómo hacerlo, aunque tal vez sea inconsciente. Las piezas pueden no tener nada que ver una con la otra, y es que mis intereses son variados, pero juntas ahí, para mí cobran sentido.

La historia de la señora me encanta. La admiro y me dan ganas de salir corriendo a agarrar el pincel y arrancar por las paredes de la cocina. Me gusta mucho mucho la combinación del azul y el blanco, como contaba hace unos años cuando escribí sobre esta escalera. Me remiten a lo religioso y directo a la Virgen María.

Hoy venía a escribir esto: que el sol no espera a nadie. Que la vida siempre sigue y fluye, como lo hacen el trabajo, las amistades, los vínculos familiares y las historias, las conocidas y sus costuras, el revés de la trama, las versiones solo conocidas por uno o el recuerdo personal de las cosas, ese que se graba en los sentidos. Esos son los recuerdos que quedan, el de las cosas y las personas que pasaron por el corazón. Lo demás es accesorio, adorno, aunque -paradójicamente- en el momento es tal vez a lo que uno más tiempo le dedica. Vaya paradoja. "Life is what happens to you while you are busy making other plans" escribió John Lennon en Beautiful Boy. Divina canción para un hijo.

 El tiempo avanza y todo lo que transcurre en él. La vida misma. Los hijos te lo cuentan con su vida todos los días. ¡Si será cierto que el sol no espera!

 Foto sacada por marido, una mañana mientras yo todavía dormía.

Pero volviendo a la señora, y a la gente grande. Será que me falta poco para llegar a los 40, que cuando encuentro a alguien que se vanagloria de su juventud, o que pone mucho énfasis en su apariencia, pienso, "guarda que la ley de gravedad nos encuentra a todos", ¿no? A veces, en nuestra cultura superficial, creemos que ser joven es en sí mismo una virtud. ¡Una locura! Amo encontrar ejemplos de gente que crece en años, se vuelve mayor, pero que tiene un espíritu joven, un alma curiosa que la lleva a animarse a vivir. Así nomás. Eso es para mí la libertad. Tengo varios cerca así que tal vez los entreviste : )

Todo lo que no se alimenta se va deteriorando, se va poniendo feo, como la ropa acumulada que no se usa, como un cuarto que no se ventila y que nadie habita. No importa que esté limpio, en algún momento empieza a oler a cerrado, falto de vida, y los colores se empastan.

Pasa con los vínculos, pasa con los hobbies, pasa con las pasiones ignoradas.
Espero que nunca me pase. Y, si me pasa, que siempre pueda encontrar el camino de la inspiración que me lleve de vuelta al principio, a querer aprender.



lunes, 15 de enero de 2018

Plegaria de la serenidad


Hay una oración que escuché muchas veces, pero recién ayer me detuve a pensar qué decía después de volver a escucharla en una serie en Netflix:  

Señor, dame SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
VALOR para cambiar las que sí puedo,
y SABIDURÍA para reconocer la diferencia. 

Esta oración es parte de la Plegaria de la Serenidad, y quiero que me acompañe este año, que me encuentra pensando en los preparativos del primer cumpleaños de Hilario que está a punto de largarse a caminar. 


La llegada de un hijo pone la vida en perspectiva. De alguna forma es algo parecido a lo que pasa cuando muere alguien muy querido. La diferencia es que con un hijo uno no tiene tanto tiempo para detenerse a pensar, y en vez de ausencia todo es presencia. Los brazos y el corazón rebozan de vida. Estás mal dormido y metido hasta la coronilla en el presente resolviendo, disfrutando, luchando y aprendiendo, pero sobre todo gozando de una realidad que apenas te creés. Hay alguien en tu vida a quien no podés dejar de mirar. Y ves que a la persona que tenés al lado le pasa lo mismo, y no sos vos a quien mira. Y, para que el ego se haga un festín, te sabés la persona favorita en el mundo de un ser que te adora, que te busca y te celebra siempre. 

Y si bien sigo siendo yo, la misma que busca horizontes, que quiere mirar lejos, que quiere seguir aprendiendo y haciendo porque así entiendo la vida, mucho de lo que quiero ahora para mí en realidad es para Hilario. Es para él que quiero ser mi mejor versión, lo más resuelta posible, para andar lo más liviana que pueda por la vida mientras lo acompaño. Aunque ahora él es quien me acompaña a mí, y es el mejor compañero de viaje que me puede haber tocado en este rol de mamá. Ahora entiendo todo lo que me tocó vivir para llegar acá, y el camino se llena de sentido. 



Con asombro me descubro en una nueva versión de mí misma -y que me gusta mucho más-, en la que vivo consciente de que no tengo suficiente energía ni tiempo para todo, ¡y que la vida es corta cuando uno está dispuesto a disfrutarla mucho! con lo cual me volví más selectiva, y trato de encontrar algo lindo incluso en las cosas que me cuestan. 



No pretendo dar todas las batallas. Prefiero estar en las que valen verdaderamente la pena, que son las menos.  

Este 2018 quiero que la oración de la serenidad sea mi mantra. 

Quiero que los días que vienen me encuentren humilde y sencilla, valiente y serena, consciente y liviana, sonriente y agradecida. Porque, como dice Sabina, de verdad, nos sobran los motivos.